viernes, 28 de septiembre de 2012

GEOGRAFIA (Elisabet Bishop en la memoria)

Olivos arrodillados sobre la tierra abrasada,
jardín riguroso camino de Mas de Barberà,
sisea el viento y enciende la procesión,
manos y mares de plata,
ya es seguro, no hay otro destino.
Desconozco donde estoy ni cuánto me falta para llegar,
aunque me persigan con un puñal con la intención de atravesarme desde la nariz hasta la garganta no podré decir nada, lo desconozco todo.
Huelo el calor a mi paso, saltan de las ramas los gorriones adormecidos,
es mediodía, balcón hacia el mar del este,
no he visto más cielo que el que me guarnece hoy, ¡jamás!, y no hay que interrumpirlo con un parpadeo, hay que beberlo inocente,
al final de la línea el delta retrocediendo, limitado por el mar y la vegetación oscura,
lindes que han perdido su estaca
¿por qué lo queremos tal como lo han cartografiado,
es la imagen del mundo inalterable?
fijado en su día al temblor de un papel,
negado al capricho, ¿quién lo quiere así?
deberá desaparecer de su mano de niño, sospecho que sin tolerar el final
y observará la enfermedad de sus mayores como un paso lógico a que sus ramas reciban lo mejor,
tolerable es el paso del río y sus afluentes,
las carreteras regadas con pinturas para dividir la calzada,
por ese puerto que dividió siempre,
desde que lo conocemos
y que ha permanecido por la voluntad de arrastre.
Yo desde aquí no lo percibo, no lo recuerdo, el desgaste,
pregunto a un anciano por la dirección de un señor que resulta que ha fallecido, no me conoce y huye,
huye, es mejor evitarme o desbordaré, como la misma muerte, cuando he conocido.

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