lunes, 20 de octubre de 2008

RIZOS DE MAR

Cuando te girabas
acudía raudo a abrazarte,
nuestros dedos forjaban un cerrojo enraizado tan adentro como nos permitieran los brazos. Dormías sin ismos,
calentando el mar de hilo.
En esa fortaleza creí no perder nunca,
si posaba mis labios en tu espalda la respiración me explicaba cuantas líneas podíamos recorrer sin saturarnos,
si posaba la oreja en tu costado, con cuidado para no rasgar tus láminas, el corazón batía himnos imperecederos,
las piernas lianas, pies y dedos cruzados e interpuestos,
era la lógica de una noche a tu lado,
vigilando que el horizonte no se escapara por el ojo de la cerradura,
porque todo cuanto te pulsara no te hiciera perder el juicio
sino que el viento cálido te hiciera dormir
arropada en esta fortaleza del gesto.