viernes, 6 de enero de 2012

FIN DE AÑO

Como balance debería decir que no me acostumbro a oír, a atropellar las líneas de palabras como si fueran la última,
o una oportunidad perdida,
puede ser que algunos piensen que me lo merezco,
que me he perdido entre los bustos sin sombra,
casi como sueños que me han invitado a perder
o marcar las manos con una equis infinita
pero no es del todo cierto,
lamento cuánto dolor he causado,
los planes para emboscarme en falso
y disimular con un “no pasa nada”.
Entiendo el frío,
entiendo el rechazo,
entiendo la carambola, el vacio espacial,
que giremos incansablemente pero no entiendo la ausencia de dolor,
de las montañas perdidas, del futuro como una gesta.
Sueñan las generaciones mejoras que a veces se cumplen,
las tratamos como si ni fuera cierto que hemos sido capaces de trazar una línea imaginaria y de un soplido eliminarlas
y el ajuste de cuentas sea los basamentos, las señas por donde pasaba el puente.
Hay fiesta en el piso de arriba,
celebran que no estamos mudos,
que no hemos perdido,
arrancados los millones de toneladas de escombros de nuestra vida es el éxito reconocido por los que miran de más lejos,
celebran un año, una vuelta alrededor del sol
lejos de su antigua casa,
la mayoría serán enterrados aquí, en tierra ajena,
en la que no les gustaría haber venido,
sin embargo ríen, celebran la escasa gravedad del espacio y la suerte de que tal trayectoria se conserve,
de que el banco sea capaz de garantizar los cambios,
yo celebro que no recuerden cuando llegaron aquí mis familiares, ni sé que traían,
que tengo ausencias imposibles de llenar,
que el tren ha pasado por encima de mí,
que aunque sonría tengo miedo a sentarme en mi sillón a morir sin haber escrito el jodido poema que me resarza,
que los ojos de las personas que amé me abandonen antes que yo o que no noten mi ausencia,
el desprecio golpea la pared, rebota y me lo devuelve a la mano,
jamás soñé un desatino peor.

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