lunes, 21 de febrero de 2011

HABLAR EN CLAVE

“Estaba en flor
y las ramas arañaban
y se frotaban contra la casa”
(William Faulkner)


El número infinito de fallos nos acerca a dios,
igual pasa con los aciertos.
Es un impulso,
como arrancar una flor o sonreírle a un bebé,
luego no se sabe explicar porque se hizo,
lo modelan unos hilos que laminan todo cuanto tocan,
tiene el tacto del serrucho durante su recorrido a través de la madera,
¿Qué pasa, pues, entre las cosas,
con sus distancias,
qué es necesario para que desaparezca la sensación de que todo ha ocurrido
que el límite se ha ido ensanchando por el lado que no alcanzamos a ver
y por el otro nos ha puesto los pies sobre el abismo?
Todo es cuestión de reconocer cuánto hay de real,
y qué tiene cada uno en la mano mientras las agitamos antes de abrirla y se proclame un vencedor.

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