martes, 26 de junio de 2012

HABITACION CON ENFERMO

“él era el único que parecía no tener miedo a los días que arden para nada”
(Manuel Vilas)


Estuve a punto de gritarte que no había esperanza,
no tuve valor,
y dejé que siguiera tal como estaba.
Las cosas las mantiene un equilibrio sordo que martillea las membranas,
un esfuerzo por evitar las estampidas,
una lógica que nunca llega a ser comprensible o proporcionar consuelo.
Tenemos tinieblas en la luz más diáfana y perfecta,
pero la silenciamos para que se confundan los deseos y se opaquen las despedidas,
compensen las culpas con los consuelos
y se permita seguir en el círculo,
obedeciendo y renunciando.
Es siempre el precipicio lo que altera,
es siempre insolente marcar una hora determinada,
el acierto es un lindero de los otros muertos que se han dejado atrás.

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