(Manuel Vilas)
no tuve valor,
y dejé que siguiera tal como estaba.
Las cosas las mantiene un equilibrio sordo que martillea las membranas,
un esfuerzo por evitar las estampidas,
una lógica que nunca llega a ser comprensible o proporcionar consuelo.
Tenemos tinieblas en la luz más diáfana y perfecta,
pero la silenciamos para que se confundan los deseos y se opaquen las despedidas,
compensen las culpas con los consuelos
y se permita seguir en el círculo,
obedeciendo y renunciando.
Es siempre el precipicio lo que altera,
es siempre insolente marcar una hora determinada,
el acierto es un lindero de los otros muertos que se han dejado atrás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario